Una instalación inspirada en el comportamiento bioluminiscente de las luciérnagas de Kuala Selangor
En un principio, el sistema constaba de cinco luciérnagas electrónicas, cada una de las cuales estaba construída según un circuito electrónico articulado en el conocido chip 555, que, a menudo, se utiliza como oscilador electrónico. La pieza que llevamos a ARCO en 2008 y ganó el premio de Arte Electrónico ARCO-BEEP consta de 64 luciérnagas electrónicas. Existen otras piezas de 3, 5 y 6 y 20 elementos. El circuito contiene también cuatro emisores infrarrojos que dan cuenta del estado de la pulsación a las otras luciérnagas electrónicas, las cuales lo recogen por medio de cuatro sensores de esa frecuencia electromagnética. Ello es crucial para el funcionamiento del sistema, porque la recogida de esa información aumenta la tensión en cada elemento, de manera que el latido de la luciérnaga, generado por el oscilador 555, tiene a adelantarse. Además, para que los humanos podamos percibirlas convenientemente, cada luciérnaga posee un emisor de luz verde y un altavoz. Ambos emiten en sincronía con el estado de pulsación de la luciérnaga. Durante el día, el grupo de cinco elementos late en función del estado de iluminación. Si hay mucha luz, los latidos son rápidos, si hay poca, lentos. Como las condiciones lumínicas varían a lo largo del día, las características de los ritmos que se generan por las emisiones verdes y por los chasquidos de los altavoces son enromemente diversas. Por la noche, cuando las luciérngas pueden captar la emisión de sus vecinas, los latidos de las unas se sincronizan lentamente con los de las otras siguiendo patrones de pulsación aleatorios. Ello ocurre porque el adelanto del latido debido el aumento puntual de la tensión -producido por el latido del objeto vecino- induce a la luciérnaga a alcanzar una fase coincidente con la vecina. Al llegar a esa situación, los latidos de una luciérnaga activan a la otra, que, a su vez, determina el latir de la primera. Así es como se mantienen estables los estados finales. Para mí, es especialmente interesante esa indeterminación de los caminos que el sistema sigue hasta llegar a la estabilidad. Si se ilumina un componente, por ejemplo, se desestabiliza la totalidad del conjunto. En cuanto se deja de iluminar, el sistema tiende, dando rodeos diversos, a su situación inicial de estabilidad. En los procesos de sincronización se generan ritmos tremendamente complejos. Las luciérnagas se sincronizan por zonas y, finalmente, la estabilidad se alcanza, más que por la interacción entre elementos aislados, por la interacción entre zonas.
Se trata de un sistema extremadamente sensible al ruido: en el momento en que se satura la capacidad de los receptores, cae en el caos más absoluto y sólo se recupera cuando el nivel de ruido desciende lo suficiente como para que la intensidad de señales de sus vecinos sobresalga entre el resto de señales luminosas.
Desde un punto de vista que llamaré poético, me interesan algunas características del sistema que podrían ser consideradas como alegóricas. En primer lugar, el sistema parece funcionar de forma dualista. Por medio del par (luz, no luz) -equivalente al par lógico (si, no)- se consiguen todos sus efectos. Pero resulta que -a mis ojos, lo más notable- los patrones polirrítmicos de adaptación que el conjunto produce, no siempre son iguales : recorre caminos extremadamente largos y complejos hasta llegar al orden inevitable, análogo a la muerte. De esta suerte resulta que algo cuya naturaleza se muestra extraordinariamente simple, en virtud del número puede llegar a producir un comportamiento relativamente complejo. Contiene pues, en su esencia, dos principios opuestos. Me impresiona de Lucy su tendencia a terminar siempre en el mismo sitio, a pesar de que los puntos de partida y los recorridos puedan ser esencialmente diferentes. Es una alusión inquietante a la irreversibilidad de la vida y a la absoluta seguridad de la muerte. Una muerte única, a pesar de la gran diversidad de caminos que llevan a ella. Una muerte que en virtud de la discontinuidad aparece como parte integrante y concluyente de la propia vida. Por medio de pasos discretos se llega a una paradójica continuidad entre opuestos.
Lucy es uno de esos objetos que me inducen a plantearme una y otra vez preguntas que casi obsesivamente rondan mi mente desde que por primera vez las oyera a Luigi Nono ante un grupo de jóvenes compositores que no atinábamos a entender qué podía ello tener que ver con la música : ¿hay realmente algo enteramente continuo en este mundo? ¿puede la discontinuidad generar continuidad verdadera?