Durante los años en que ejerció su dominación, el movimiento Nazi trató sistemáticamente de apartar a Alemania de lo que consideraba las "mórbidas excrecencias de los hombres insanos y degenerados". El término "degenerado", que se usaba para aludir a los enfermos mentales, apuntaba igualmente a homosexuales, comunistas, gitanos y judíos. Todos los aspectos de la cultura que pudieran ser relacionados con esos grupos debían ser suprimidos. La música, evidentemente, formaba parte tales aspectos a suprimir. Después de que, a instancias de Goebels, Richard Strauss renunciara a su presidencia, el Reichmusikkamer no reconocía la música "degenerada", de manera que sus ejecuciones públicas fueron prohibidas. Las emisoras de radio fueron igualmente censuradas : las obras de compositores como Mendelssohn, Mahler, Schönberg y el propio Strauss fueron sistemáticamente ignoradas en las programaciones radiofónicas alemanas. Hitler sólo permitía la ejecución pública y la radiodifusión de la música de quienes él consideraba compositores germanos "puros", como Haendel, Bach, Beethoven, Wagner y Bruckner, entre otros.
Como es sabido, esas tremendas restricciones produjeron adhesiones y sumisiones, pero también reacciones desafiantes, como la de Richard Strauss, que insistía en programar la música de los compositores judíos o la de Karl Amadeus Hartmann, alumno destacado de Anton Webern, que, en audaz reto al régimen Nazi, no permitió que ninguna de sus obras fuera estrenada en Alemania. Durante esos años, se dedicó a organizar en Munich un ciclo de conciertos que, bajo la rúbrica de Música Viva, incluyó en su programación gran número de estrenos de nuevas músicas.
A pesar de las condiciones tremendamente adversas a que fue sometida, el régimen Nazi nunca pudo reprimir la libre creación musical. No directamente relacionada con el Holocausto, una de las más importantes obras musicales que dio el Siglo XX, el Quatour pour la fin du temps, de Olivier Messiaen, basado en el Apocalipsis de San Juan, fue escrito entre 1940 y 1941 para una rara formación, clarinete, violín, violoncelo y piano, debido a que no había otros instrumentos disponibles en el stalag VIII de Görlitz (Silesia), donde el compositor se hallaba internado como prisionero de guerra. Desde luego que hay gran número de obras cuya génesis es el exterminio de los llamados "degenerados" antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿son todas verdaderas creaciones, o se trata a menudo de alegorías que denuncian, a través de la técnica musical conocida, un acontecimiento horrible que nunca debió haber acontecido? ¿Hasta qué punto son creaciones y no re-creaciones? La mente tiende a identificarse intensamente con el sufrimiento, con la angustia y la impotencia. La identificación afecta profundamente las habilidades perceptivas. Cuando las dimensiones del hecho que se tiene en consideración son descomunales, las valoraciones se decantan. La atención se encauza y mediatiza. El Holocausto es un acontecimiento demasiado fuerte. Interesa y afecta a mucha más gente que la que pueda sentirse llamada por los productos de la creación musical. Señala al respecto de Auschwitz e Hiroshima Günther Anders, que coincide con Adorno en que en Auschwitz la poesía se desvanece, el arte no tiene derecho a reflejar la amenaza definitiva sobre la vida. Salvando las distancias, un fenómeno reciente, de dimensiones enormes pero claramente menores que las del Holocausto o las Tragedias de Hiroshima y Nagasaki, la Catástrofe de las Torres Gemelas, aún no ha sido capaz de generar respuestas de gran relevancia artística.
Tal vez por razones de ese tipo, al terminar la guerra, pocas fueron las reacciones musicales al Holocausto. Una de ellas, importantísima, es Ein Überlebeneder aus Warschau (Un sobreviviente de Varsovia) de Arnold Schönberg, un oratorio de seis minutos, trágico y sombrío, que se estrenó en Albuquerque, Nuevo México, en 1947. La prensa norteamericana recibió esta obra maestra con apatía, incluso con hostilidad, aunque ello no debería extrañar demasiado, si se recuerda el trato que de la sociedad y la prensa norteamericana recibiera Bertrand Russell cuanto trataba de difundir su discurso pacifista en los años de la Primera Guerra. La gran creatividad de Arnold Schönberg se manifiesta en esta obra maestra donde se reviven con tremendo realismo las escenas narradas en primera persona. La puntuación precisa de los efectos tímbricos producidos por una gran orquesta al servicio de la maestría de ese genio se ajusta perfectamente a la naturaleza programática del texto. Al final, el coro entona triunfante Shem'a Yisroel. el himno que cantaban desafiantes los Judíos camino de las cámaras de gas y con el que tradicionalmente la Fe Judía acostumbra a ser expresada.
Otro ejemplo notable de reacción musical al Holocausto escrito en esa primera época es Kaddish (Plegaria), una obra para coro y órgano, con textos en Francés y en Hebreo que Darius Milhaud, judío como Schönberg, compuso en 1945 como reacción a los años de la guerra.
El impacto del Holocausto en la creación musical fue mayor en el último tercio del siglo XX. Muchos fueron, superados los primeros años 50, los compositores que trataron el Holocausto. Un ejemplo estremecedor es el monumental War Requiem de Benjamin Britten. Pero, tal vez sea Luigi Nono el compositor que con mayor valentía y compromiso haya tratado los crímenes a la Humanidad. Yerno de Schönberg, escribió Il canto sospeso en 1956. En esta obra estremecedora se resume su primera época. Para solista, coro y orquesta, el texto se basa en cartas de despedida escritas por hombres condenados a muerte por su participación en la resistencia europea al Nazismo. Por la aplicación de técnicas seriales, las frases, las palabras y las sílabas se dispersan, como en la música medieval, hasta que su valor semántico desaparece.
Nono tomó contacto nuevamente con este tema en 1965 cuando colaboró con Peter Weiss en su obra Die Ermittlung (La investigación), basada en el proceso de Frankfurt a los Nazis de las SS, responsables de la masacre de Auschwitz en Polonia. Ricordi cosa ti hanno fatto in Auschwitz se realizó en el mismo año, sobre cinta magnética con materiales sonoros procedentes de grabaciones de coro de niños, voz de soprano y material electrónico, en el estudio de Fonología de la RAI en Milán, creado por Luciano Berio y Bruno Maderna. En oposición manifiesta a la opinión de Günter Anders, dice Nono al respecto de 'Ricordi...' : "A mi entender, es necesario continuar recordando los crímenes de los campos de concentración del pasado, pero también los del presente. Recordarlos con la esperanza, la voluntad y la responsabilidad de verlos desaparecer. ¿Una utopía?". Nono trató el sinsentido de la guerra y los crímenes contra la Humanidad en muchas otras obras. Un bello ejemplo es la constituida por los Canti di vita e d'amore. Escritos para soprano y tenor solistas con orquesta, son tres, cada uno con su propio texto. El primero, Sul ponte di Hiroshima, procede de Hiroshima ist überall, de Günther Anders, precisamente. El segundo movimiento -un nocturno que contrasta con las duras disonancias del anterior- glosa Djamila Boupachà : Esta Noche', de Jesús Pacheco. El tercero musica un poema de Cesare Pavese, Tu, que rememora la vida de antes de la guerra.
Uno de los últimos trabajos musicales generados por el Holocausto en el siglo XX, quizá el más ambicioso, es el del compositor George Whyte, que en 1994 estrenó The Dreyfus Trilogy para conmemorar el centenario del arresto de Alfred Dreyfus. La conjetura de Hannah Arendt según la cual el Caso Dreyfus fue el ensayo general del Holocausto, la muerte en Auschwitz de Madeleine, nieta favorita de Alfred Dreyfus, así como la pérdida de diversos familiares del compositor, fueron los puntos de partida para la composición de esta trilogía que recrea la persecución de Alfred Dreyfus, capitán del Ejército francés, judío, falsamente acusado de espiar para los Alemanes en 1894. Consta de una ópera, Dreyfus - Die Affäre, que se estrenó en la Deutsche Oper Berlin, el drama bailado Dreyfus-J'Accuse, estrenado en la Oper der Stadt Bonn y Rage and Outrage, una sátira musical basada en material original de archivo y producida para su difusión en televisión por Channel 4 y Arte.
Por razones de espacio, muchísimos trabajos merecedores de atención quedan fuera de este breve comentario. A la vista de la intolerancia creciente que en nuestros días vivimos, es claro que su número no ha sido suficiente para contrarrestar el desarrollo del germen del fascismo, como Nono hubiera querido. ¿Tenía entonces razón Anders y Nono era un ingenuo? No lo sé a ciencia cierta, pero hasta la fecha, tampoco la Filosofía y la Política han podido atajar ese desarrollo. Mucho menos aún, la Ciencia y su hija, la Tecnología. Acerca de la Religión, uno se pregunta a veces si no estará propiciándolo. La violencia continua creciendo y, si no queremos quedarnos de brazos cruzados, quizá debamos admitir que las palabras solas no bastan para atajarla. Seguramente habrá que trascenderlas de forma sutil. Al igual que las otras artes, la música es mensajero de lo inefable. A menudo expresa lo que Ludwig Wittgenstein, el joven, consideraba al margen del Lenguaje. Nos mueven los imaginarios y las palabras nos ciegan. Caemos en sus redes y permitimos que transporten nuestras pasiones más inconfesables. Inmersos en ese proceso, nos creemos enteramente racionales al expresar lo que consideramos nuestros pensamientos ¿Cómo pudo, si no, Pierre Boulez escribir 'Schönberg est mort', artículo tristemente célebre, aún en vida de Arnold Schönberg, enfermo y a las puertas de la muerte en su exilio californiano?